Penurias de melómanos

sábado, 13 de noviembre de 2004

Hasta ahora la industria musical no ha sabido adaptarse al desarrollo tecnológico. Al contrario, con la proliferación del intercambio de archivos musicales ha endurecido su postura, emprende juicios contra los usuarios que intercambian archivos musicales y en algunos casos los lleva a la cárcel.

Persecusión con resultados parciales

Hasta ahora aquella persecución no ha sido del todo fructífera para los cuatro grandes sellos discográficos. Es cierto que servicios de gran tráfico y número de usuarios como Kazaa han perdido en los últimos cinco meses más de cinco millones y medio de usuarios, pero eso se debe a que los afectos al intercambio de archivos musicales tienen otros intereses.

Tras el el cierre de Napster en 2001, Kazaa se convirtió en el preferido. En varios aspectos Kazaa supera a Napster porque en realidad es un verdadero servicio multimedia, aunque poco después de su creación comenzó a ser perseguido por las empresas discográficas que han intentado cerrarlo, por lo que Kazaa abandonó su natal Holanda y se instaló en Australia. Sin embargo, en los últimos meses ha disminuido el uso de Kazaa no sólo por el hostigamiento, sino porque es un medio que contiene spyware (espías que vigilan todos los movimientos de los usuarios), fakes (archivos falsos con ruido o sin audio alguno) y virus. Y porque al mismo tiempo se consolidaron redes como eDonkey, eMule, y Bit Torrent que han capitalizado los millones de usuarios que abandonaron a Kazaa. Esto refleja que los usuarios ya no se interesan exclusivamente por los archivos musicales sino también por películas y programas de televisión, y los servicios referidos fueron confeccionados precisamente para facilitar el intercambio eficiente de archivos de gran tamaño.


Descargas onerosas

Desde fines de los 90 la industria musical puso en marcha sitios de descarga, pero a pesar de que iTunnes de Apple vendió el año pasado 70 millones de melodías siguen siendo caros pues cada una cuesta en promedio 90 centavos de dólar. Con ese costo conformar un disco compacto, con 17-20 melodías que son las que normalmente trae un álbum, alcanza un precio de 15-20 dólares. El costo de los archivos en línea en mp3 vuelve más caro al producto digital porque el usuario carga con el grueso de los gastos (luz y disco compacto), pero adquiere uno sin estuche y funda. Además los archivos mp3 son de menor calidad respecto de los Wav, que tradicionalmente vienen en los discos compactos. Así, tal parece que el objetivo de estos sitios es disuadir a los melómanos que compren bajo la modalidad digital.

Otro inconveniente es que las empresas que venden música en línea mutilan los derechos del consumidor al evitar que los archivos se escuchen en cualquier reproductor. Ejemplo de ello es la tecnología ATRAC de Sony que sólo permite reproducir estos archivos en sus dispositivos, o Apple, con su tecnología denominada AAC, compatible únicamente en los reproductores iPods.

Tantas taxativas confunden a los melómanos; esa incompatibilidad entre formatos no beneficia la descarga de música legal. Ante esa pérdida de derechos tenidos con las tecnologías precedentes lo que se estimula es precisamente que los usuarios se inclinen por servicios gratuitos o más baratos.

Un ejemplo de ello es Mclub (mclub.te.net.ua) de Ucrania que por 1.50 dólares permite bajar 100 megas. El otro es AlloFMP3 (www.allofmp3.com) de Rusia que ofrece por un dólar 100 megas de música. En ambos casos su catálogo es amplio, con música actual de todos los sellos importantes. Los archivos se pueden bajar en diversos formatos (mp3, wma, ogg, mp4) y aunque se dice que ambos ofrecen venta legítima tienen cierto olor de proceder de un paraíso fiscal.

Publicado en etcétera, septiembre 2004.
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